María José Bejarano y Beatriz Herrera
Este texto celebra el diálogo entre María José Bejarano y Mauri Balanta Jaramillo sobre la emancipación pedagógica de las danzas de raíz afrodescendiente en la Casa Cultural El Chontaduro ubicada en Cali, Colombia. Más allá del diálogo, consideramos que hay varios temas que repercuten en la conceptualización política y epistemológica del patrimonio cultural de la diáspora africana en Latinoamérica, que se despliega como resistencia en condiciones de empobrecimiento, racismo, violencia y colonialidad. Esta discusión la extendemos a continuación.
“Nuestros cuerpos tienen sabor, y tienen alegría, y tienen fuego, pero eso necesita plantearse también desde un lugar de resistencia.” –Mauri Balanta Jaramillo
La identidad, la historia, la danza, pueden aparecer como narrativas singulares que describen a un grupo homogéneo de personas que han residido desde siempre en un mismo lugar, con una sola trayectoria que explica su devenir lineal en el tiempo. En esta ocasión, nos referiremos a los grupos de personas con diversas trayectorias históricas y culturales en continuo movimiento. La diáspora permite reconocer una trayectoria ancestral cargada de hibridaciones que son producto de desplazamientos forzados. Los continuos desplazamientos e hibridaciones han constituido un conocimiento encarnado, el cual es patrimonio que pervive como una resistencia política frente dinámicas de exclusión en América Latina presentes hasta hoy.
Proponemos, en primer lugar, que hablar de danza como elemento afro-diaspórico supone colocarla en un proyecto sociopolítico, como una resistencia epistémica abierta al diálogo y a la construcción de posibilidades. En segundo lugar, que esta resistencia pone de manifiesto la multidimensionalidad y polisemia del cuerpo negro en movimiento. Consideramos que mirar las danzas afrodiaspóricas como parte de un movimiento social, pedagógico, artístico y, por ende político, supone repensar las maneras en que históricamente se ha desarrollado la idea de “danza” y el conocimiento sobre ella. Dicho proceso reflexivo nos permite revalorizar el impacto social del movimiento y las técnicas corporales. En este contexto, abordaremos la visita de campo de María José en Cali, que confluyó con las reflexiones de Mauri sobre las posibilidades pedagógicas de la danza como un patrimonio cultural en constante transformación.
“La relación de los cuerpos con la diáspora africana es de movimiento” –Mauri Balanta Jaramillo
1. El lugar y el diálogo: Cali
La costa Pacífica colombiana presenta dinámicas sociales marcadas por lógicas coloniales, racistas y aporofóbicas que marcan directamente la experiencia de vida de la población afrocolombiana, mayormente concentrada en este territorio. Estas perspectivas sumen a la población negra en situaciones de exclusión, discriminación, violencia y pobreza. A pesar de que Cali es la segunda ciudad latinoamericana con más población afrodescendiente, la misma está marcada por un rechazo sistemático a la persona negra, mientras que abraza acríticamente ciertas expresiones afrodescendientes.
Para situar un poco esta discusión, partiremos de la locación primera que generó este encuentro: La Casa Cultural el Chontaduro, de la cual Mauri Balanta Jaramillo es coordinadora, ubicada en el barrio de Aguablanca, en el oriente de la ciudad. En oposición a una mirada estigmatizante de este barrio como un lugar cargado de problemáticas sociales, la casa es un espacio de reivindicación de estos grupos sociales, demostrando durante 33 años de trayectoria que la juventud negra de Cali tiene otras características distintas a los estereotipos construidos por el racismo. La casa reúne a niñas, niños y jóvenes de la comunidad para actividades educativas y artísticas. También ha desarrollado la Escuela Sociopolítica entre Mujeres. Todos sus proyectos de investigación e incidencia buscan el desarrollo sostenible, el cambio social y la resistencia cultural del pueblo negro a través de pedagogías emancipadoras.
2. La pedagogía de la diáspora afro-pacífica: una construcción de patrimonios y repertorios múltiples
“En el Chontaduro, al plantear las clases de danza como un encuentro de saberes enfatizamos la profundidad histórica de la danza, la extensión geo-cultural del Pacífico, y la posición política desde las corporalidades negras.” –Mauri Balanta Jaramillo
En el Chontaduro, la diáspora supone la inclusión de varios patrimonios culturales que han moldeado el recorrido de la población negra en Colombia. Así, las clases de danza difieren de los entrenamientos escénicos prevalentes en varios países de América Latina, no solamente del ballet y la danza contemporánea, sino también del entrenamiento folclórico en el que se enfatiza la forma y el espectáculo a partir de un repertorio nacionalista de movimientos. Precisamente, al referirnos a la profundidad histórica de la danza, Mauri describe que el encuentro de saberes permite que los estudiantes reflexionen sobre su recorrido ancestral e histórico encarnado en las danzas mismas. El encuentro de saberes desde el cuerpo permite analizar qué constituye el cuerpo negro, encontrarse con un diálogo histórico de voces de resistencia frente a voces hegemónicas y la polifonía que describe lo ancestral, habilitando la tensión entre hibridaciones.
A través de esta perspectiva crítica, la pedagogía de las danzas de raíz afrodescendiente permite abrazar las complejidades de las corporalidades negras y tomar conciencia de los procesos históricos que han provocado y alimentado la diáspora. Asimismo, la Casa Cultural El Chontaduro, está orientada a reconocer la necesidad construir espacios comunitarios, no institucionales de recuperación de esos saberes.
3. ¿Qué danzas, qué movimientos?
Más allá del exotismo del cuerpo negro, el legado afrodescendiente requiere de una reflexión que dé pie a observar un conocimiento encarnado. Una premisa fundamental en la pedagogía es reconocer que las dinámicas históricas de exclusión han moldeado los cuerpos como los únicos territorios posibles de conocimiento en situaciones de desplazamiento.
Mauri explica que en el Chontaduro hay espacio tanto para la contradanza del chocó (similar a las contradanzas inglesas), las danzas de salón como la polka y o la mazurca, así como las danzas de laboreo y las danzas patológicas: el patacoré, la cólera. Estas últimas cuyos nombres se refieren a situaciones concretas de los pueblos afrodescendientes son ejercicios de resistencia que traen en su mismo nombre la memoria histórica de la diáspora. Así, se trata de un repertorio de múltiples fuentes, que además de moldear el cuerpo supone un ejercicio de reflexión histórica, geográfica y política.
“La identidad está orbitando en cada uno de estos trayectos históricos. Y cada elemento constitutivo de esa danza nos habla de una forma de vivir la diáspora” –Mauri Balanta Jaramillo
Al considerar la amplitud del repertorio y el diálogo constante con otros enclaves afrodescendientes, hacemos mención del debate en los estudios de la etnomusicología con respecto a la dicotomía entre el patrimonio cultural de las comunidades afro-descendientes atlánticas y pacíficas de América Latina. Feldman (2005) ha propuesto que en el Pacífico negro, el trazo de la diáspora afrodescendiente construye una identidad mestiza en contextos de marginalidad.
Es decir, la historia de la esclavitud africana en el continente americano usualmente suele centrarse en las costas Atlánticas, mientras que las poblaciones Pacíficas han sido invisibilizadas, por su mayor grado de mestizaje y de “distancia” de la supuesta matriz africana. Tanto la distancia como el mestizaje han sido interpretados como un vacío de memoria y falta de autenticidad y, por ende, como una mezcla de diferentes herencias afroamericanas como la música y la danza de Brasil y Cuba cuyas costas Atlánticas legitiman el contacto con la matriz africana.
Sin embargo, la misma Feldman se pregunta “¿Existirán tradiciones que son más inventadas que otras?” En el caso de la costa pacífica peruana, ella misma plantea que “Se podría argumentar que las tradiciones del pacífico afro-peruano son más inventadas que aquéllas del pacífico Atlántico, porque hubo más olvido del pasado africano en el pacífico, y porque los mitos de origen neo-africanos fueron explícitamente adjuntados a tradiciones reinventadas para llenar el vacío de memoria cultural” (Feldman, 2005).
Mauri afirma: “Ver la identidad como algo que no es monolítico, que no es homogéneo. La diáspora también ha mirado para el norte, para Brasil, para Cuba y para todas esas formas de ser y vivir lo negro”.
Justamente ser y vivir lo negro es el punto fundamental de reflexión en las clases de danza, pero va mucho más allá del salón de danza hacia la vida cotidiana. La pedagogía coloca la pregunta sobre cómo afirmar políticamente esas danzas, señalando enfáticamente la paradoja social entre abrazar las expresiones afrodescendientes mientras se rechaza al cuerpo negro en otros espacios y se limita su despliegue artístico y epistemológico. De esta manera, la pedagogía permite construir el patrimonio en un lugar de tensiones que dan espacio a la complejidad.
4. La danza como resistencia epistémica de las corporalidades negras
“La corporalidad humana situada en un contexto
histórico y en una agenda política, propone tensiones. Entonces, proponemos abrazarlas y saber que habrán movimientos que no sólo son del cuerpo, sino también mentales y emocionales. Y todo esto, a la vez, termina haciendo más potente la experiencia dancística.” –Mauri Balanta Jaramillo
En el caso de las danzas en El Chontaduro, la episteme no trata solamente el discurso científico o filosófico, sino también la misma transmisión del conocimiento del arte y la danza. Mauri dice: “Las epistemes del arte vienen muy verticales desde una herencia blanca”. ¿Cómo plantear clases de danza que rompan la verticalidad y muestren la riqueza de otras herencias culturales invisibilizadas?”
Esta pregunta enlaza con la reivindicación epistémica de las bailarinas negras como sujetas creadoras y pensadoras de la danza, quienes han heredado el repertorio como un bagaje de conocimientos corporales articulados como resistencia. La proclamación de los cuerpos negros no como un elemento decorativo sino afirmativo de la re-existencia a pesar del racismo y la exclusión. Al partir del conocimiento que portan los cuerpos negros, están incluidas las resonancias que han heredado pero que también les han impreso las sociedades en sus lógicas discriminatorias. Así, la danza también permite que el cuerpo negro pueda escuchar tanto las proyecciones coloniales y racistas de la sociedad que les han limitado el espacio, así como celebrar los espacios que se han conquistado con conciencia.
“Un quiebre epistémico de la formación y la concepción de la danza” –Mauri Balanta Jaramillo.
5. Hacia nuevas direcciones en la pedagogía de las danzas.
El encuentro con Mauri nos abre varios cuestionamientos que pueden extrapolarse hacia los procesos de aprendizaje de varias prácticas culturales. En el caso de la danza, bajo la lupa de los desplazamientos y la hibridación, se pone de manifiesto cómo las danzas se transmiten legitimadas por una afirmación política que les confiere cierto estatus, ya sea de arte, de folclor, o de esparcimiento. Nos llama la atención que la danza no siempre goza de un estatus de reflexión y conocimiento, especialmente cuando viene desde los cuerpos negros, por lo que es todavía un espacio en disputa. Esta búsqueda de legitimidad permite visibilizar cuáles son las políticas que legitiman un patrimonio cultural sobre otro y a cuáles voces obedece en cada contexto particular. Asimismo, reconocemos que el contexto de Cali, son varias las capas que ponen en juego la reivindicación de la danza por las dinámicas locales de racismo y la estigmatización de los barrios marginales, lo que complejiza la exploración del amplio repertorio afrodescendiente.
Por otro lado, este encuentro nos mueve a continuar el análisis sobre las dinámicas de producción de las danzas, específicamente sobre las condiciones y valorizaciones de producción del conocimiento sobre danza. Nos inquieta preguntarnos cuáles danzas elegimos estudiar y en qué condiciones, con cuáles miradas. Muchas veces, el campo profesional de la danza escénica se limita a ciertos repertorios occidentales, cuya lógica orientada a la dicotomía bailarín/audiencia absorbe otras posibilidades que la danza puede abarcar.
Seguidamente, el debate transversal sobre la identidad y la construcción de repertorios afro-pacíficos expone al patrimonio cultural como proceso híbrido, continuo y en transformación. Nos preguntamos sobre los espacios de recuperación y actualización del patrimonio vivo, que lejos de congelarse está en constante comunicación con nuevos lenguajes alimentados por nuevas corporalidades. Por último, a pesar de que esta conversación es una aproximación a la danza desde la palabra, nos parece oportuno reafirmar nuestro interés en seguir explorando las posibilidades de los cuerpos en movimiento.
¡Agradecemos la conversación que dio origen a este texto y cuyas ideas nos siguen moviendo!
Referencias
Feldman, Heidy. 2005. The Black Pacific: Cuban and Brazilian Echoes in the Afro-Peruvian Revival. Ethnomusicology. 49 (2) pp. 206-231
Derrida, Jacques. 1989. “La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”. Traducción de Patricio Peñalver en La escritura y la diferencia, Anthropos, Barcelona. Recuperado de https://redaprenderycambiar.com.ar/derrida/textos/estructura_signo_juego.htm
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