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Foto del escritorBea Herrera

En busca de la libertad: Danza experimental en Guadalajara

Actualizado: 7 oct 2020


Angélica Íñiguez compartió con Multílogos su investigación: En busca de la libertad: Danza experimental en Guadalajara. Presentamos el recuento de su intervención y las ideas que pueden resonar con otros contextos latinoamericanos.


“[...] La alegría de no ser yo

el lobo de sus ovejas.


Estoy en paz con ellos

y en libertad con ellos,

y eso el amor ni puede darlo

ni sabe tomarlo.


No los espero

en un ir y venir de la ventana a la puerta.

Paciente

casi como un reloj de sol

entiendo

lo que el amor no entiende;

perdono

lo que el amor jamás perdonaría [...]”


–Wislawa Szymborska

Agradecimiento



¿Es la danza un acto de libertad? ¿Somos libres en la danza escénica?

Escribo este texto como una bailarina que escucha a otra bailarina hablar sobre su experiencia investigando un tema del que no se había escrito antes: la danza experimental en Guadalajara. Angélica Íñiguez, la bailarina que habla, parte de su propia formación en ballet clásico y sus incansables preguntas sobre los orígenes de las técnicas que ha bailado como semillas que generaron su proceso de investigación. Al escuchar, me permito re-elaborar en la siguiente pregunta ¿cómo llegamos a heredar esta particular forma de movernos? ¿Cuál es la propuesta artística que surge cuando las técnicas que conocemos como “ballet”, “danza contemporánea” o “danza butoh” se mezclan? ¿En dónde se traza el límite de la palabra "experimental"?



Lola Lince (Cortesía de Angélica Íñiguez)

Heredamos formas particulares de movernos, y heredamos también una orientación estética, una noción de lo bello, de lo moralmente correcto que se traslapan entre sí. La historia que nos cuentan nuestros maestros y formadores tiene una narrativa particular, está plagada de personajes, de mundos lejanos en otros continentes. La bailarina que escucha percibe que en la historia que cuentan sus maestros hay una obligación implícita en seguir y obedecer ciertos cánones estéticos, de la misma forma en la que se obedecen los dogmas de una religión.





¿Existe una historia lineal?

¿Existe una genealogía vertical en la que los descendientes reconocen a cada ancestro con una sola línea unidireccional? En la historiografía de la danza, como menciona Angélica, suele hablarse de “genealogías” de maestros y alumnos, que trazan una línea de herencias estéticas y que explican por qué una técnica existe de esta forma. Una noción similar que presenta Linda Tomko en su propia investigación sobre la historia de la danza moderna en Estados Unidos. Sin embargo, ¿es siempre una línea recta y unidireccional la que enlaza a los maestros con sus alumnos? ¿Qué sucede con los quiebres, las rupturas e influencias que vienen de otros lugares y otros tiempos? ¿Cómo esta ruptura con la linealidad de la historia permite formular una nueva tendencia artística como la danza experimental?


En Guadalajara, como en Cuba, como en Guatemala, la bailarina que escucha piensa en la herencia de la batalla semiótica que ha sido proceso de colonización. Una parte importante de esta batalla es delimitar el “buen gusto” y el "deleite" ante una “obra de arte”. Sin embargo, estas fronteras entre la belleza artística y el contexto local no siempre han sido armoniosas. Nos cuenta Angélica sobre los inicios del ballet clásico en Guadalajara y sobre el acto –casi subversivo– de la primera bailarina en portar un tutú en la escena tapatía en pleno siglo XX.



Pablo Cerna (cortesía de Angélica Íñiguez)

A pesar de que bailar ballet en un escenario ya irrumpía con los valores estéticos de una sociedad conservadora, con el paso de los años, los mismos bailarines siguieron en busca de otras técnicas y formas de movimiento que les permitiera expresarse. Así, llegó el momento en el que el ballet clásico les pareció rígido como práctica escénica y los bailarines buscaron otras fuentes para crear.


Angélica dice: “llega un punto en el que quieren quitarse esas capas, se quieren quitar el ballet clásico con mucha fuerza y empiezan a buscar otras cosas. En algunos casos, lenguajes contemporáneos y se dan cuenta de que, simplemente, les iba a tomar más tiempo aprender esos otros vocabularios, pero que no era exactamente lo que estaban buscando. Hay una búsqueda de la libertad del movimiento a partir de un aprisionamiento. Entonces, comienzan a tener una reinterpretación del ballet clásico”

La danza como el sueño de sí misma

Una vez hecha esta ruptura, varios bailarines tapatíos como Carmen Sandoval, Paloma Martínez, Delia Tavizon, Lola Lince, Pablo Cerna, Alfonsina Ríosantos y la compañía Pájaro de Nube, se permitieron experimentar con otras influencias como el fluxus, el surrealismo, el dadá, los códices mayas, la danza butoh, y artistas como Marry Wigman, Ilka Schönbein e Isadora Duncan. Técnicas y personas de distintos lugares y momentos históricos, ponen en juego la idea de una herencia lineal, de un orden geográfico en el que se trasladan las prácticas de un lugar a otro. Ante tal vastedad de influencias estéticas, la danza experimental en Guadalajara encuentra un punto en común, un aire de familia, en paisajes oníricos.


Dice Angélica “sí, podemos decir que toda danza es experimental en sí misma, pero, además de eso, hay ciertas particularidades en la danza experimental en Guadalajara que los espectadores reconocen”. Puedo imaginarme, entonces, a los espectadores llenando las butacas de un teatro preparándose para ver algo completamente inesperado “que se asocia con la locura y el sentimiento”.

La compañía "Pájaro de nube" con la marioneta (Cortesía de Angélica Íñiguez)

La bailarina que habla se ha permitido explorar los recorridos de la danza experimental dentro y fuera del salón de danza. Desde la etnografía virtual, entrevistas, archivos periodísticos y mesas de trabajo, Angélica trazó un mapa extenso para entrelazar discursos, biografías y experiencias escénicas en un solo libro, que más que un estado del arte o una etnografía, ella misma denomina una caracterización redactada como ensayo, con aristas filosóficas y poéticas. Un texto que más que un tratado sobre la danza experimental, expone en la escritura misma la exploración que supone pensar en “libertad” y “experimentación”.


Angélica dice: “Acerca de las metodologías, la misma investigación y lo que tú quieras saber al respecto de algo, te va llevando por ciertos caminos, que luego eso se llaman metodologías [...] A mi me gusta pensarlo como un rompecabezas. Ir encontrando piezas que se van encajando y van formando un todo. Y a la vez es una cuestión creativa porque también de pronto las piezas pueden encajar de maneras diferentes”.

La bailarina que habla comenta que en el texto de Szymborska ella encuentra un sentido de la libertad como la despreocupación por el devenir del tiempo, se remite a la sensación de estar rodeada de extraños y así suspender la preocupación que se prende de los seres queridos. Ese sentido de extrañeza y de ruptura ha acompañado a los artistas en sus exploraciones y nutren el motor de una búsqueda expresiva que quizás anhele ser el sueño de la danza que los espectadores ven en la escena.


“Buscar ese movimiento esencial que todas ellas creen que tienen dentro, un movimiento que se genera como un impulso interno, que se conecta con el inconsciente, con lo más profundo. Hay una búsqueda espiritual, del yo, de conexión con el ser y desde ahí generar una danza” (Angélica Íñiguez).


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